Emigrar es un gran viaje al interior

Emigrar es un gran viaje al interior. Es conocerse en distintas circunstancias. Es adaptarse, esforzarse para salir adelante. Es abrir el corazón para conocer a gente nueva, abrir la mente para aprender de culturas diferentes, de historia, de lenguaje, de creencias. Es armar muchos muebles de IKEA. Es de a poco ir conociendo de comidas y de formas de vestir. El que pasa frío es el que no sabe cómo abrigarse. He venido sintiéndome muy homesick. Pasar Navidad afuera no es fácil. Me puse a ver videos de duelo migratorio y me sentí muy identificada. Hablaban del lado B de emigrar. Es la pérdida de identidad, de estatus, de idioma, te da culpa perderte cosas y estar lejos de tu gente. Te sentís que no sos del todo de allá ni del todo de acá. Te llenas de preguntas y de soledad. Pero en esa soledad grandiosa te obligas a mirarte. A viajar a tu interior. A entenderte, abrazarte. Empezas a aceptar que cambiaste, que tus círculos también y que incluso te empezas a rodear de gente mucho más acorde. Acorde a tu momento. Acorde a tu corazón. Vos cambiaste y tus circunstancias también. Y eso es bueno. Los cambios son buenos. Aunque den miedo, aunque nos cuesten. Al mirar para atrás te das cuenta de todo lo cambiaste pero también de todo lo que creciste. El crecimiento es enorme. El corazón se expande. El mundo se achica y deja de ser tan grande.