Lo que el viento se llevó.

Llevamos dos días de mucho viento. Ayer casi me caigo de la bici en una esquina con el viento de repente en contra haciéndome perder el equilibrio.

La suerte jugó a mi favor en otro momento llegando a mi casa y ya más cansada cuando casi por una cuadra el viento sólo me empujó en la bici sin tener necesidad de pedalear nada.

Los holandeses dicen que cuando no sabes para dónde va el viento tenes que subirte a la bici y siempre te dará en la cara. En mi caso tuve suerte de que el viento viniera de sur a norte permitiéndome una llegada a mi casa mucho más temprano de la que esperaba.

Ojalá que el viento además de llevarme a mi casa pudiese llevarse las incomodidades, las diferencias culturales, las extrañitis y las barreras del lenguaje.

Tendré que conformarme con que se lleve las nubes, las hojas muertas de los árboles y traiga esta primavera que hace tanto alarde.

Ojalá que el viento se lleve todo lo que ya no es y traiga todo lo que nos espera. Ojalá ya lleguen los días largos de sol, las noches cortas y sentarse en los bares afuera.

Yo todavía tengo fé y si es que llueve, ojalá que llueva café.