Mirar para adelante
- Francisca Urrutia Zapata
- Jul 17, 2022
- 4 min read

En el tren me gusta sentarme en los asientos que miran para adelante. Los que miran para atrás me marean. Será como en la vida que si te pones a ver para atrás se te puede nublar la vista? La melancolía entra a jugar y al final uno sólo se acuerda de lo lindo y deja de lado lo feo? Dejas de vivir en el presente y empezas a mirar para el pasado. Un pasado que ya fue, que ya no elegís más pero que en algún punto sigue presente en tu corazón pasandote factura cada tanto.
Hablando con otra expat y amiga concluimos que ya no hay vuelta atrás cuando te vas a vivir a otro lado. Te convertis en ciudadana del mundo y a la vez dejas de pertenecer a ningún lado. Es como empezar una vida nueva, con distinto sistema operativo, nuevas funciones. Pero hay cosas que se repiten. Por ejemplo los atardeceres. Ayer estaba arriba del tren viendo uno y me acordé del atardecer más lindo de este año que fue en Raco con mi amiga tucumana Gabi, andando a caballo viendo los cerros con árboles, llamas, cabras y un cielo totalmente rosado.
A mi amiga expat (y amiga de mi mamá también, porque a mi me gusta tener amigos de todas las edades) me la encontré en un avión yendo a Frankfurt hace casi trece años. Las dos ibamos con distintos motivos a Europa, pero con motivos grandes en fin. Ella me conoce de chiquita y fue de pura casualidad que la ví, la reconocí después de tantos años y entramos a Europa juntas, en mi caso era mi primera vez en este viejo y apasionante continente.
Me acordé mucho de ese viaje, del 2009. Para mi fue el mejor viaje de mi vida. Será que fue porque fui sola? Porque tuve que desafiarme. Empezar a laburar de verdad. Tenía dos jefas alemanas y monjas como si fuera poco, imaginense la estructura y exigencia y yo trabajando casi por primera vez. Tenía que secar platos me acuerdo, lo odiaba. Yo pensaba que estaba pagando por los 18 años que nunca había movido un dedo en la cocina. Mi amigo mexicano que por suerte con el tiempo me hice, me dijo que escuchara música mientras trabajaba, así se me pasaba más rápido.
Y así hice, ahí empezó mi manía por escuchar música mientras trabajo que ahora mi amiga Mery me dice que me deja sorda tanto auricular pero a mi me encanta. Me transporta. La música me transporta. Fue muy duro al principio ese viaje, del 2009, como lo es a veces ahora. Algunas cosas se repiten. También me vine sola. Mi jefe es holandés y no sé que es si es la comida, o las formas de las holandeses pero en varios momentos me he sentido ya como esa Fran de 18 años teniendo que vivir una experiencia nueva.
En ese viaje aprendí que a veces dar la mano para saludar puede ser incluso más cálido que un beso, porque miras al otro a los ojos. Aprendí que cuando hay que trabajar se trabaja. Que como me decía mi amiga expat Maru, mi mundo es un micromundo y que cuando te cruzas con otros mundos te das cuenta de que hay muchas formas de ver la vida y vivirla.
Igual tampoco soy esa Fran de 18 años, con un par de años más encima siento que me vine distinta. Que si bien a veces las emociones son las mismas, porque uno siente y punto, es lo que sentís, tengo más herramientas para gestionarlas, tengo más gente (muy muy valiosa) a la que acudir y tengo una mente que sabe cuando frenar los pensamientos feos. Y así como el tren pasa en cierto horario y que si llegas muy temprano es aburrido porque tenes que esperarlo y si llegas un minuto tarde te lo perdiste, el timing siempre es perfecto.
Ayer llegué en el momento justo a cada uno de los trenes que me tuve que tomar, fui a La Haya a ver a Maru y su familia. Ella tampoco es la misma Maru de hace casi 13 años. Me volví a sacar una foto con su hija Celina, venida del cielo significa su nombre. En un principio se iba a llamar Francisca por mí, pero por las circunstancias de la vida su nombre tenía que ser otro. Fue un día muy lindo, vi el parlamento (que sale a la derecha en la foto), la oficina del rey, calles llenas de locales pintorescos, fuimos a la playa, vi el mar del norte por primera vez y estuvimos en su casa con su familia.
Mirar para atrás a veces duele, mirar para adelante es mejor, con los pies siempre en el presente. Recordando donde está uno. Si te agarra nostalgia, angustia, tristeza, malos recuerdos o el que hubiera sido si, acordate de mirar tus pies. Es ahí donde estás, en el presente. Y ese presente es el que elegiste, no te olvides. Y si no te gusta ese presente, bajate del tren y andate para otro andén a subirte a un tren que te lleve para otro lado.



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