Se festeja como un gol

Este sábado tendré mi tercer festejo de cumpleaños en este país. No el mío, sino el de amigos. Cada amigo que uno hace viviendo afuera se festeja como un gol. Cada amigo de verdad, con el que podes contar, en las buenas y en las malas, que te hacen sentir como siempre, como en tu casa, eso se festeja. Se festeja porque no es lo mismo hacerte amigos de grande. No es lo mismo compartir tus miedos, tus heridas y alegrías en otro idioma. Aunque claro está que cuando te toca hablar en el tuyo las distancias se acortan. Se festejan los amigos. Yo tengo dos grandes amigas argentinas acá. Las conocí hace poco pero siento que son mis amigas desde siempre. Compartimos cotidianidad, marcas de galletitas que nos gustan, clases de pilates o charlas simples en el parque. Agradezco tenerlas. Son muchos igual mis amigos que tengo de este lado, hacen todo más fácil y simple. Me gusta cuando estoy llegando tarde a la oficina y veo mis mensajitos en Teams, de mis amigos preguntando que me pasó que no estoy ahí. Mi amigo Milos me escribió este finde porque ando medio borrada y hace mucho no paso por su bicicleteria. Hoy retomé mis clases de holandés. No sé qué fue si estar otra vez en modo alumna, aprendiendo, sorprendiéndome con mis grandes habilidades lingüísticas o si fue la familiaridad del lugar que me llenó de alegría ir. En el medio de la clase, mientras aprendía cómo hablar en futuro en holandés (prefiero mantenerlo al futuro ahí y al mío dejarlo en modo sorpresa) y me encontré con una foto de mi abuela en el cuaderno. Se me estrujó el corazón. De repente era la Fran argentina con un familión y mil amigos pero a su vez seguía siendo la de ahora, un poco más holandesa en las formas pero igual de trigueña y risueña de impronta latina. Acá no tendré familión ni mil amigos. Pero cuento con gente importante y eso se festeja como un gol.